Oxitocina: diseñar para el vínculo
En cada proyecto que diseño, no solo pienso en cómo se va a ver un espacio, sino en cómo va a sentirse habitarlo. Trabajo con una mirada que integra principios de la neuroarquitectura para crear entornos que generen bienestar real y profundo.
Uno de los pilares más hermosos de esta disciplina es entender que ciertas experiencias —como el contacto humano, la confianza y la calma— estimulan en nosotros la liberación de oxitocina, una hormona asociada al placer, el apego y el cuidado. Y sí: los espacios también pueden ser una fuente de oxitocina.
Por eso, en cada diseño busco que el espacio:
Invite al encuentro, a compartir tiempo de calidad con quienes amamos.
Contenga y abrace, a través de formas suaves, texturas cálidas, luces que nos hagan sentir a salvo.
Nos conecte con lo natural, porque la presencia de plantas, vistas verdes o el sonido del agua nos devuelven al centro.
Represente nuestra esencia real, porque cuando un espacio habla de quienes somos, el vínculo con él se vuelve íntimo y verdadero.
Y este enfoque también lo llevo al proceso de diseño: creo rituales de escucha, de decisiones compartidas, de momentos que no solo resuelven problemas funcionales, sino que construyen un lazo real entre cliente, arquitecta y proyecto.
No se trata solo de construir paredes, sino de crear vínculos. Entre personas. Con la naturaleza. Con el propio hogar.
Comentarios
Publicar un comentario